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La carne en nuestra dieta

Las carnes forman parte de nuestra dieta, ya que representan, desde el punto de vista nutricional, una fuente importante de nutrientes como proteínas de alto valor biológico, vitaminas sobre todo del grupo B, y minerales como hierro, zinc, potasio y selenio. En los últimos años, el consumo de carne ha atraído bastante atención en relación con su impacto sobre la salud, y se ha abierto un debate sobre los beneficios de la carne blanca sobre la roja.

 

La carne, ¿roja o blanca?


Se considera carne roja la carne de buey, ternera, caballo y cabra, mientras que la procedente de aves de corral (pollo, pavo o pato) y la de conejo se consideran carnes blancas. La carne de avestruz no se incluye en este grupo, y tampoco el faisán o el ganso.


En cuanto a la carne de cordero y cerdo, la Organización Mundial de la Salud las incluye en el grupo de carnes rojas, pero, en general, son consideradas rojas o blancas según la edad del animal y el corte (por ejemplo, el solomillo es considerado carne roja, mientras que el lomo se puede considerar carne blanca).


La carne blanca es baja en grasa saturada, y cuenta con un alto contenido en proteínas de buena calidad además de ser rica en vitamina B12 y minerales (hierro, cinc, cobre), por lo que es una buena aliada de la alimentación saludable. De hecho, se ha asociado con menor riesgo de obesidad, enfermedades cardiovasculares y diabetes tipo 2. En adultos sanos, se recomienda consumirla en torno a dos o tres veces a la semana.

 

¿Cómo elegir bien?


La carne puede seguir siendo parte de tu dieta de forma segura; solo debes elegir las selecciones

más saludables de carnes rojas y carnes blancas y cómo prepararlas.


  • Busca cortes magros, retirando la grasa visible. Los cortes magros de carne vacuna incluyen cuarto, aguja, solomillo y lomo. La carne magra de cerdo o cordero incluye lomo, chuleta de lomo y pata.

  • No comas la piel de la carne de las aves de corral. Puedes dejar la piel para su cocción, pero retírala antes de comer la carne.

  • Trata de elegir carnes frescas en lugar de carnes procesadas, que se conservan ahumadas, curadas, saladas o con conservantes y sustancias químicas.

  • Prioriza el uso de la plancha o el horno, evitando la formación de zonas pardeadas o ennegrecidas.

  • Elige siempre productos de máxima calidad.

 

 

Fuentes: Fundación Española del Corazón; Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria.

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